No podía tener nada contra mí. No me conocía antes.
Me quede petrificada en la silla, contemplando con la mirada perdida como se iba. Era realmente mezquino. No había derecho. Empezé a recoger mis cosas muy despacio mientras intentaba reprimir la ira que me embargaba, con miedo a que se me llenaran los ojos de lágrimas. Solía llorar cuando me enojaba, una costumbre humillante.
Levante la vista sorprendida de que me hablara... Estaba confusa y la cabeza me daba vueltas. ¿Me lo había imaginado todo? Ahora se comportaba con gran amabilidad.
¡Todo aquello era tan estúpido! Estaba sentada en mi cuarto rastreando información. ¿Qué me sucedía?
-Tengo miedo, además de por los motivos evidentes, porque no puedo estar contigo y porque me gustaría estarlo más de lo que debería.
lunes, 16 de febrero de 2009
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